Edad Media en Carreño

Edad Media Carreño

En la Edad Media, el concejo de Carreño perteneció a las tierras de Gauzón y después se integró en el alfoz de Avilés, pero no fue hasta el siglo XIII, cuando el concejo de Carreño fue reconocido como territorio autónomo y dotado de una puebla. Esta autonomía no duraría mucho pues Fernando IV, otorga al concejo de Avilés una serie de tierras entre las que estaban las de Carreño incluidas, siendo su capacidad limitada frente a las decisiones de Avilés.

La Edad Media es en Carreño una época organizada espacial y socialmente en torno a la institución eclesial. Tanto la Catedral como los monasterios de San Pelayo y San Vicente todos de Oviedo, así como otros pertenecientes al concejo (San Juan de Aboño, Santa MB de Logrezana, San Salvador de Perlora,...) poseían multitud de propiedades en estas tierras. Si hay que decir, que Carreño fue siempre de realengo, sin dependencias de señoríos y estuvo representado en las Juntas Generales del Principado desde los siglos XIV y XV, estando integrado en el partido llamado de Avilés, aunque esto no quiere decir que en sus tierras no existiera aristocracia regional o local.

En este período Carreño pertenece al denominado Alfoz de Gauzón que englobaba los actuales concejos de Gozón, Avilés, Carreño, Corvera, Illas y Castrillón.

En el año 1309 el Alfoz de Gauzón pasa a denominarse Alfoz de Avilés y es esta villa la que ostentará la capital de la comarca en la que se incluye el concejo de Carreño.

En los siglos XV y XVI, la villa de Candás ya tiene un reconocido tráfico portuario y pesquero, de hecho, la actividad pesquera ya está documentada en la temprana época de 1232 cuando el convento de Santa MB de Arbás arrienda el puerto de Entrellusa (Perlora) a varios pescadores dedicados a la captura de la ballena. Por todo ello en el siglo XVI, se hacen las reformas del puerto en el que participa Juan Cerecedo, maestro de obras en la Catedral de Oviedo.

Restos interesantes de esta época medieval son las torres señoriales como la de Prendes o el torruxón de Yabio.